¿Qué es la alegría? Es un estado de ánimo nacido del optimismo por algo positivo que les pasa a los demás o a nosotros mismos.
Un optimismo realista está basado en hechos. La alegría llega por vivir y actuar rectamente.
La verdadera alegría no es ruidosa, no lastima a los que sufren, no choca con sus estrepitosas exclamaciones.
Recordemos los refranes: “AL MAL TIEMPO BUENA CARA”, “SE GANA MÁS CON UNA GOTA DE MIEL QUE CON UN TONEL DE HIEL”,
Este estado de animo es contagioso, si procuramos mantenerlo los demás estarán siempre alegres.
La alegría comunica felicidad, por tanto las cosas salen mejor en un ambiente alegre. Todas las dificultades son más fáciles de solucionar si nuestra actitud es alegre y optimista.
La alegría se manifiesta siempre al exterior. Es la expresión del optimismo; es la sonrisa de alguien con paz interior.
La alegría es imprescindible en el trato con los que nos rodean; les inspira confianza, atrae el afecto, facilita la comunicación.
¿Cómo conservar la alegría en los momentos difíciles de la vida familiar? La respuesta está en una conciencia limpia y en un amor profundo a todo lo que nos rodea.
La alegría nos dará la fortaleza con que resolver los problemas. Cuando alguien necesite nuestra ayuda hemos de prestarla siempre con una sonrisa.
La alegría sencilla y sincera vuelve la paz a las personas terminando muchas veces los problemas con un apretón de manos. LA ALEGRÍA PROFUNDA SE LOGRA CUANDO: Tenemos paz interior; logramos una congruencia entre lo que pensamos y lo que hacemos.
Por ejemplo, si tiro un papel en la calle, o robo algo, aunque nadie me haya visto, yo no me siento bien conmigo mismo, pierdo paz interior.
Cumplimos con nuestras responsabilidades: la alegría del deber cumplido es algo que nos llena plenamente y nos estimula para seguir cumpliendo.
Tenemos rectitud de intención: cuando hacemos las cosas por nuestro bien y el de los demás.
Vivimos con desprendimiento: cuando sabemos darle su lugar a las cosas materiales sin fincar nuestra felicidad en ellas.
No nos tomamos demasiado en serio y sabemos disfrutar lo bueno de la vida. Cambiamos la acción para modificar la emoción.
Por ejemplo, si yo un día me despierto de malas y decido quedarme en la cama y no cumplir con mis responsabilidades, seguiré de malas todo el día.
En cambio, si me levanto y pienso en cosas alegres y cumplo muy bien con mi trabajo, mi emoción se cambiará por una optimista.
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